Hoy en día, el sector industrial a cuya sombra nació, únicamente genera una cuarta parte de las ventas totales de Antec. El 75% restante llega del eólico, en el que son proveedores de fabricantes de 37 países, entre los que destacan China, India, Brasil, Francia, Alemania y Estados Unidos.

Pese a ser su principal negocio, la firma no llegó a él de una manera muy premeditada. La compañía, nacida en 1961, tuvo como primera actividad el diseño y fabricación de frenos electrohidráulicos y electromagnéticos destinados a sistemas de elevación o cintas transportadoras. Lo aprendido en este último campo la llevó en 1992, cuando decidió diversificar su actividad, a investigar las posibilidades de los sistemas magnéticos de precisión (empleados en medicina, nanotecnología o aceleradores de partículas) y los superconductores, como imanes para el almacenamiento de energía.

Pero les propusieron un cambio de aires; les llegó un primer pedido para la aún incipiente explotación de la energía eólica. «Era un sector en pleno desarrollo donde cada fabricante buscaba soluciones propias. Y sin abandonar los otros desarrollos, decidimos unirnos a la apuesta», señala José María Ruiz de Gopegui, consejero estratégico de la firma. El sector ha cambiado mucho desde entonces, y ha sufrido un gran proceso de concentración en el que muchos fabricantes han desaparecido, pero en el que Antec ha logrado consolidarse como proveedor de siete de las diez compañías responsables del 80% de la producción mundial.

Esa misma concentración también llevó a la firma a iniciar su internacionalización en 2006. «Se trata de un sector considerado estratégico por los gobiernos, de modo que suele estar fuertemente subvencionado y eso implica también una cierta exigencia de que los proveedores sean locales y garanticen que el trabajo generado por esas inversiones públicas se quede en casa. Ese fue el principal motivo que nos llevó a abrir nuestra primera planta fuera, en Tianjin; algunos de nuestros clientes empezaban a fabricar en China y querían seguir contando con proveedores de confianza. Después comprobamos que es un gran mercado al que podíamos optar por nosotros mismos y no sólo a través de esos clientes, pero que había que atender desde allí», explica José Traspaderne, director general de Antec.

La segunda planta internacional la abrieron en 2014 en el estado brasileño de Bahía, donde el sector vivía un boom sobre el que el Ejecutivo de Dilma Rousseff quiso poner un poco de control exigiendo también que buena parte de los proveedores trabajaran en el país. En la actualidad, la compañía estudia las posibilidades que ofrece «el prometedor» mercado indio, para el que ya han creado una sociedad y en la que estudian abrir la que sería su cuarta planta mientras duplican su producción en las instalaciones chinas para cubrir así los que hoy son sus principales mercados.

Es uno de los objetivos de su plan estratégico para 2020, «que también incluye la puesta en marcha de nuevos laboratorios y bancos de ensayo en Portugalete, donde se mantiene toda la I+D así como la fabricación de componentes críticos», asegura Javier Zarauz, director comercial. «En este tiempo todo se ha estandarizado y se ha experimentado una gran evolución tecnológica. Aquellos primeros molinos tenían una potencia 150 kilovatios, mientras que los de ahora llegan a los 3.000. Eso por no hablar de las necesidades específicas de los que se implantan en el mar con tecnología offshore, que exige un producto complemente diferente», señala José Traspaderne.